Algo sobre gula, redes, ceguera y una extinción anunciada:

Acabo de leer un reportaje a Jaron Lanier, gurú de Silicon Valley para muchos también un precursor de la “filosofía informática”: Jaron es hoy una multifacética estrella de Microsoft, el hombre sabe sobre su tema (redes de Internet), y uno queda advertido de lo que ya sospecha a diario. Jaron reniega de aquello de lo cual fue parte como mentor en tanto precursor de la realidad virtual en Sillicon Valley y llega a proponer el abandono de las redes sociales (supongo que él mismo sabe que es algo improbable). Creo que Jaron está formulando una declaración de principios en contra de la manipulación de estas; en definitiva una de las formas de control social que requiere el capitalismo. Internet hasta hoy la más sofisticada ortopedia virtual podría ser fundamentalmente eso y los que creímos que las redes podrían encriptar su propio antídoto tal vez sólo estemos cediendo al embrujo de su magia negra.

Del lado del mundo real el consumismo (adicción desaforada al consumo de bienes materiales superfluos, sembrada aun entre los que ni siquiera pueden satisfacer su mínimo calórico) aparece como el principal (aunque no único) responsable del ecocidio ecuménico, su cese sería el medio indispensable a la supervivencia de la biosfera, pero en el reino web virtual y apoiétco los pocos interesados en la verdad son tachados de locos pesimistas y sentenciados a un espacio inerte: hay más interés en ver cómo envejecieron las estrellas de Hollywood, esa es la cordura del rebaño. Si las advertencias y buenas intenciones de algunas conciencias no han gravitado hasta hoy ¿por qué tendrían que hacerlo de ahora en más? Ningún esfuerzo por generar conciencia sirve, es alquimia pura (procedimientos claros y resultados oscuros) empezando por este escrito que suscribo. Pero por fin la secuencia podría cambiar, salta una diferencia y creo que es sustancial: ya no se trata de la palabra que advierte o profetiza, son los actos reales de la corteza terrestre, de la atmósfera, las masas de agua y de la evolución de enfermedades: la amenaza común podría ser la última oportunidad para reaccionar. Podría, pero por evidente que se muestre el desastre aún cuando, en el mejor de los casos no se estanque en la negación, debe atravesar las etapas de toda perdida y eso requiere tiempo, tiempo que se agota.

El uso que hacemos de las redes es la última expresión de los mandatos de consumo que nos consumen diariamente. Sin embargo creo que Jaron equivoca el encuadre al suponer que una contradicción entre izquierdas y derechas políticas motorizan esta historia, esto me parece de cierta ingenuidad antropológica, un mapa obsoleto. La disputa política por el poder no existe “per se” como lucha de contrarios. La política está de un solo lado: subalterno al poder de los dueños del mundo que como todos sabemos no son políticos, son conglomerados económicos, la casta dominante del capitalismo en todas sus versiones incluso aquella estatal que prefiere el llamado progresismo. Desde luego los que rivalizan pujan por imponerse y usan a la política en todo su espectro.

La virtualidad de las redes y de los medios fomenta una ilusión de grieta donde no está, esto sólo resulta funcional al orden establecido; los elencos políticos tienden a reforzarlo aunque sus discursos sostengan lo contrario ( la palabra en política también ha pasado a otro plano) Seguimos actualizando la medieval idea de lucha entre el bien y el mal mientras el planeta se desmorona, justificando las variadas y aggiornadas formas de inquisición, y nos desangramos virtual o realmente a consecuencia de estas disputas espurias. La diferencia que marcará la diferencia será entre ignorancia y conciencia solidaria. ¿Cuál es la contradicción entonces? Está claro (hoy más que nunca) qué es algo entre la vida y la extinción, y que para la supervivencia la progresión desaforada del capitalismo es una condena, tanto en el marco “libertario” (degradando el viejo y bello significante anarquista) como en el estatal totalitario. Claro que los popes del poder mundial (no sus títeres neo-coloniales) tienen su propia idea de supervivencia y que por supuesto es selectiva: grano para la imaginación de los guionistas de Amazon y Netflix. La acumulación de riqueza para financiar la tecnología de una humanidad interplanetaria es una locura obscena que los ricos a ultranza prefieren, la vieja lógica del sálvese quien pueda.

Las confrontaciones de opinión política partidaria en los muros de Facebook ( por ejemplo) son poca cosa, rituales agonísticos de interacción de opinadores seriales a la pesca de partenaires para reforzar su razón. Pero el núcleo del Pathos, lo verdaderamente grave es la quita de realidad, la des-dramatización para la mayoría de las hipnotizadas miradas que supone el caos informativo. Se hace difícil distinguir figura de fondo cuando todo está en movimiento y entonces se adopta aquello que encaje a nuestra pretendida conveniencia, la verdad ya no importa, solo importa pertenecer a una parcialidad y apostar a su dominio, y esas desde siempre es la condición humana. Por esta condición previa y común está abonada la tarea mediática de inducir la negación del otro. Lo que los tradicionales medios habían comenzado Internet lo profundiza, le quita cuerpo al dolor, el dolor necesario para reaccionar. El drama está anestesiado: a una masacre en Palestina, le sigue un blooper en Australia, a la criminal deforestación de la selva amazónica le suceden legiones de adolescentes indistinguibles en sus gestos auto ofrecidos en play back de reggaeton o cumbia. A los criminales incendios forestales un multimillonario show de fuegos artificiales chinos para celebrar algo, a las solapadas muertes cotidianas del Covid 19, los que solapadamente siguen fumigando con cancerígenos a nuestros pueblos para tener más soja que exportar.

No tengo conclusiones, sólo algunas descripciones del problema, y como muchos sospecho que el remedio puede nunca llegar. Últimamente he pasado tiempo haciendo foco -como tantos- en desenmascarar la criminalidad de la multinacional Bayer-Monsanto que en 2020 ha llegado a la perversión de indemnizar en EEUU a las víctimas del Glifosato con la suma escalofriante de 11.000 millones de dólares para poder continuar con sus negocios: tiene más suceso una final de tenis que esta tragedia (aún para los adalides de los derechos humanos). Esta neurosis es adquirida: se induce. La falta del sentido de realidad no es propia de la condición humana como sí lo es negar al otro cultural.

La actual pandemia es sólo un síntoma de los tantos que seguirán en multiplicación hasta el final sin una desactivación de la adicción al consumo. No tengo idea de cómo se induce algo así, los procedimientos alquímicos, mágicos o científicos y sus raras combinaciones (que propician los sistemas de creencias de todo tipo) no demuestran ninguna eficacia. El secreto podría residir en recuperar el cuerpo, el cuerpo del dolor, para retirar la mano del fuego prometeico fuera de control.

M.R 2020

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PD: Nota originalmente  editada en Facebook que a fin  de octubre de 2020 clausuraría  la sección de Notas. Tal vez Jaron tenga razón.